Calgary (Canadá) en un día, qué es imprescindible ver y hacer

Aurora casi no ha podido dormir por estar durante la noche procesando toda la belleza natural que habíamos visto hoy.

En nuestro viaje costa a costa por Estados Unidos y Canadá, hoy hemos decidido tener un día tranquilo y relajado.

Hemos dedicado toda la mañana a conocer la ciudad de Calgary, en Canadá, para luego descansar en el hotel por la tarde y ponernos al día en cuestiones de mails, programación y organización de los próximos días.

Nos hemos informado vía internet de las atracciones turísticas de la ciudad y alrededores, como solemos hacer normalmente al levantarnos, y vemos que Calgary es la mayor ciudad de la provincia de  Alberta en Canadá.

Dónde está y cómo es Calgary

Se ubica en una región de colinas y altiplanicies, a unos 80 kilómetros al este de las Montañas Rocosas.

Tercera ciudad de Canadá en población, con poco más de un millón de habitantes, Calgary es un destino muy conocido para los deportes de invierno y el ecoturismo: cerca de la ciudad se sitúan una gran cantidad de importantes lugares de vacaciones.

Recuerda que en 1988 Calgary se convirtió en la primera ciudad canadiense en acoger los Juegos Olímpicos de Invierno.

Más recientemente, en una encuesta realizada por la revista Forbes en 2007 fue calificada como la ciudad más limpia del mundo.

Esto es difícil asegurarlo, pero lo cierto es que es una ciudad con uno de los niveles de vida más altos del mundo.

A pesar de que hay diversos museos y exposiciones para visitar, simplemente optamos por simplemente pasear por el centro downtown de la ciudad, visitando el parque Prince’s Island.

Así es la experiencia de visitar Calgary en un día

Así pudimos disfrutar de un agradable recorrido en un día muy soleado, que al ser domingo, resultaba además muy tranquilo.

Primero dimos una vuelta en coche por toda la ciudad, en la que pasamos junto a la Torre de Telecomunicaciones de Calgary. De 160 metros de altura, se dice que desde lo alto de la misma se puede divisar en días claros hasta unos 150 kilómetros a la redonda.

No subimos.

En nuestro recorrido en coche constatamos que muchos de los edificios del centro de la ciudad están comunicados entre ellos a través de pasadizos elevados sobre las calles, a la altura de un segundo piso aproximadamente.

Esto es un síntoma inequívoco de lo riguroso del invierno, pues estas conexiones permiten a los ciudadanos poder desplazarse desde sus puestos de trabajo a las tiendas, centros comerciales y restaurantes, sin quedarse congelados en las aceras.

La ciudad es moderna, rodeada de parques por todos lados, con dos ríos que la cruzan, con un skyline bastante completo y con alguna calle cerrada al tráfico al estar dedicada únicamente a los tranvías.

Muchas flores (como en otras ciudades y pueblos canadienses) decoran las faroles, las plazas y las calles.

Calgary es una ciudad muy limpia que trasmite bastante amabilidad a pesar de los grandes bloques de cemento.

Aparcamos el coche a orillas del río Bow (gratis ¡¡oe!!  oe!!!  oe!!! por ser domingo) y paseamos por el sendero que bordea el río, que en realidad es un gran parque donde mucha gente practica deporte. Poco a poco nos acercamos a las inmediaciones de parque Prince’s Island.

Los alrededores de esta pequeña isla en medio del río, a la que se accede mediante puentes peatonales, forman un bonito parque urbano.

Jardines muy bien cuidados, con muchas flores, este parque ofrece muchas actividades lúdicas.

Nos sentamos al sol a leer uno de los periódicos gratuitos que hemos cogido por la calle.

Hay también una bonita feria gastronómica. con casetas que ofrecen a buen precio platos de muchas cocinas de mundo.

Seguimos paseando durante un par de horas más ,pero en este trayecto no vimos ningún restaurante que nos emocionara y decidimos ir a comer a las afueras de la ciudad, cerca de nuestro hotel.

Finalmente terminamos en un restaurante muy bien puesto, llamado Earls.

Decidimos hacer un extra y darnos un pequeño y merecido homenaje, a pesar de ser un restaurante más caro que los habituales y entramos.

Sentados en una agradable mesa en el exterior, aislada de las demás por unas cortinas y maderas que daban cierta independencia, disfrutamos de agradables platos de cocina oriental y de unas cervezas especiales que nos recomendaron.

Tras comer a eso de las 17 horas, nos retiramos a descansar al hotel, y aprovechamos para conectarnos con la familia y amistades, planificar los días siguientes y ver deporte y películas por la televisión.

Mañana de nuevo on the road hacia Moose Jaw, cerca de Regina, en la provincia canadiense de Saskatchewan.

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